MORALIDAD
Las convenciones de nuestra vida son establecidas por un consenso en la opinión de aquellos que viven en una determinada época y lugar. No están basadas necesariamente en la verdad, y ciertamente no en una percepción de la verdad absoluta. Como podemos ver, los intereses más loables no están basados en las ideas comúnmente aceptadas. A pesar de todas las ideas predominantes sobre el progreso, la moralidad y la religión, probablemente no exista lugar alguno tan feliz como lo era quizás un siglo o dos atrás; probablemente no exista un lugar para vivir tan bueno como los de las civilizaciones más inocentes y menos complejas del pasado. Evidentemente hay algo que no funciona en las ideas que sostenemos si encontramos imposible negar el hecho de que en lugar de vivir en un mundo mejor y en el que la vida se ha vuelto más simple lo hacemos en un mundo cada vez peor y en el que todo se ha vuelto más y más complejo. No deberíamos encontrarnos en esta situación si nuestras ideas, tano morales como religiosas, surgieran de las ideas que forman la base de todas las religiones, filosofías y sistemas de pensamiento.
No hay nada que sea bueno en si mismo. No hay nada que sea malo en si mismo. Es el uso que cada uno hace de ello lo que lo convierte en bueno o malo. ¿Cómo podemos ser capaces de dibujar una fina línea entre lo bueno y lo malo para cualquier situación? Lo bueno y lo malo son juzgados por los efectos resultantes de la acción llevada a cabo, pero lo que puede parecer malo en un caso puede realmente ser el mayor de los bienes, y lo que puede parecer bueno en otro puede, de hecho, conducir al mayor de los males. Y esta fina línea consiste, no en éste o en aquel modo de conducta, sino en el motivo presente en la intención de quien actua. Un motivo honorable nunca puede llevar consigo resultados malvados, pero no por ello un motivo honorable resulta suficiente. Podemos apoyarnos en el mejor motivo del mundo, pero si no lo acompañamos de conocimiento y sabiduría podemos terminar llevando a cabo inconscientemente una mala acción, cuando nuestra intención era hacer el bien; y otras veces podemos terminar haciendo el bien cuando buscábamos todo lo contrario. De ahí que la verdadera moralidad deba buscarse no en el acto en sí, sino en el motivo que lo empuja, que dependerá del conocimiento y la inteligencia de quien lo lleva a cabo.
Translation by Valentín Reviriego Risco